En las últimas décadas la exposición a la luz solar y sus riesgos ocupan un lugar destacado en la información que llega a toda la sociedad. Cada vez somos más conscientes de la importancia de proteger la piel de las radiaciones solares. Sin embargo, no sólo la piel se ve afectada por la radiación solar. La luz que reciben nuestros ojos, es al mismo tiempo necesaria para una correcta visión del mundo, y perjudicial, pues debido a su naturaleza y distintas frecuencias vibratorias, puede alterar las delicadas estructuras orgánicas.
Determinados tejidos tanto en los vegetales como en los animales disponen de mecanismos bioquímicos concretos (normalmente pigmentos) para absorber las radiaciones excesivas o perjudiciales evitando el deterioro de otras células o tejidos.
El mecanismo de la visión es muy complejo. Así, en los ojos humanos la agudeza visual depende de una pequeña zona en el centro de la retina denominada mácula . La mácula ocupa una región ínfima, menor de 1mm 2 , que está diseñada para ver de forma detallada y muy precisa. La zona central de la mácula, de tan sólo 0,4 mm de diámetro, se denomina fóvea . En esa región macular los vasos sanguíneos y las células que forman el tejido retiniano están muy separadas para permitir que la luz pueda atravesarla llegando directamente a los conos, de esta forma la percepción visual es extraordinaria. Pero esta zona es también extraordinariamente sensible a la degeneración y a la oxidación.
La luz que nos llega
Los daños causados a los tejidos son producidos más por los rayos UVB que por los rayos UVA. No obstante, también la exposición a los rayos UVC y a las radiaciones visibles puede ser peligrosa en determinados casos. Hay que tener en cuenta que según la estación del año y la hora del día, puede llegar a la Tierra 10 veces más cantidad de luz UVA, por ejemplo, al mediodía. Los rayos UVC son absorbidos por la capa de ozono, sin embargo pueden producirse en las lámparas germicidas y de arco de mercurio.
La reflexión es un fenómeno que puede aumentar la cantidad de luz que nos llega a los ojos, (luz directa e indirecta a la vez) o que incluso nos llegue, aunque no sea directamente. Así, la nieve puede reflejar un 70-90% de los rayos solares, esta proporción es similar para superficies blancas o brillantes. La arena blanca puede reflejar un 25% aproximadamente de la radiación. El agua también refleja en una